DESCARGAR LIBRO EL HUESPED DE ALBERT CAMUS

Posted by Autor On lunes, 21 de noviembre de 2011 0 comentarios

"El  Maestro miraba para los dos hombres que subían hacia él. Uno iba a caballo, 
el otro a pie. Todavía no habían llegado al abrupto repecho que llevaba a la 
escuela, edificada en la ladera de una colina. Avanzaban trabajosa y lentamente 
en la nieve, entre las piedras, por el inmenso espacio de la alta meseta desierta. 
De vez en cuando, el caballo tropezaba. Aún no se le oía, pero se veía muy bien el 
chorro de vapor que le salía por las fosas nasales. Uno de los hombres, al ,menos, 
conocía la región. Iban siguiendo la pista, a pesar de que había desaparecido 
desde hacía varios días bajo una capa blanca y sucia. El maestro calculó que no 
estarían en la colina antes de media hora. Hacía frío y se metió en la escuela para 
ponerse un jersey.  "

Aquí Camus, primero, sobrecoge al lector situándolo en el más inhóspito paraje; tan frío en la noche como la ventisca nevosa y tan ardiente en el día como la canícula en el desierto. Luego lo gratifica con la calidez del maestro Daru, ese pobre sin más fortuna que un elemental mobiliario y sin más dominio que un salón de clase para niños, pero rico en honestidad y buenos sentimientos. Ante Daru llega Balducci, el gendarme, llevando atado de manos a un árabe acusado de asesinato, y le comunica que, por orden superior, deberá hacerse cargo del prisionero para trasladarlo al día siguiente a población vecina donde será castigado. Daru no quiere hacerlo, su mente se debate entre el fastidio a los violentos y el rechazo a la desgracia ajena, pero, más por colaborarle a Balducci que por obedecer, acepta. La actitud sumisa y respetuosa del árabe se gana la confianza de Daru, quien, movido por su nobleza de corazón, le desata las manos, comparte con él sus alimentos, su habitación, y, con la esperanza de que intente escapar, le da total libertad de movimientos. Pero no, cuando en la mañana despierta le encuentra ahí, disponible para el castigo, y no ve más remedio que iniciar con él el viaje a la condena. Sin embargo, como último recurso, antes de llegar a su destino le detiene, le da alimentos y dinero, y tras anunciarle que puede escoger entre el camino al verdugo y el de la libertad, regresa sobre sus pasos dejándole solo. Luego, desde lejano escondite, observa al árabe y lo ve tomar decidido la marcha hacia el patíbulo. Pero, aquí, el absurdo de Camus no es eso, sino el insólito desenlace con que atormenta a Daru cuando regresa a su casa. 


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